Cuando Dios restaura a algo, sea una familia, un matrimonio, o una persona, lo que restaura siempre se mejora, crece, se multiplica, es decir, no lo arregla, no lo emparcha, sino que lo hace nuevo para que volvamos a ser útil en el cuerpo de Cristo; cuando llegamos al Señor venimos llenos de barro, pero si nos arrepentimos, somos perdonados y comenzamos una vida nueva.
Y después viene el perfeccionamiento, que no es hecho por la fuerza humana sino por gracia de Dios, ya que:
“el que comenzó en ustedes la buena obra la perfeccionara hasta el día de Jesucristo” Filipenses 1:6
Jesús va a perfeccionar esto que inició en nosotros el día que llegamos a Él aunque eso va a llevar un tiempo, es Su tiempo, el tiempo del Señor, y es donde vamos renunciando a todas las cosas que no le agradan al Señor, es un proceso que se inicia con el nuevo nacimiento y termina cuando estamos junto al Señor en la eternidad.
Decimos: Yo quiero agradar a Dios, quiero tener una vida nueva con mi familia, pero sigo enojándome, sigo sintiendo ira, digo palabras que después lamento, quiero renunciar a esta clase de actitudes y cambiar, pero no pasa nada.
Quiero renunciar a las conductas que no puedo controlar como la agresión, los malos pensamientos, el estancamiento espiritual, el autoritarismo, la amargura, las respuestas agresivas y le preguntó: ¿Señor, qué pasa conmigo?, a lo que el salmista decía:
“¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; Que no se enseñoreen de mí; Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión. Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío” Salmos 19:12-14.
Solo el Espíritu Santo puede alumbrar el lugar donde están guardadas las cosas feas, las que quedaron ocultas, las que están tapadas, ya que a nuestro interior hay que bajar con la luz del Espíritu Santo para ver en la parte más oscura, en la más oculta, y ver qué es lo que nos hace actuar como nosotros no queremos.
Hay cristianos que no están en pecado, que son obedientes a Dios y se sienten mal pues pasan tiempos de angustia, o tienen temores, ansiedad, problemas en su familia, problemas en los trabajos, problemas de relación en la Iglesia, “porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago” Romanos 7:15. Muchos no entienden que hay sufrimientos y heridas que no toca la conversión, y de los que no han sido sanados.
Solo el Espíritu Santo es capaz de revelar esta situación si se le permite llegar al interior, a los recuerdos, a las emociones, ya que si las heridas del alma no reciben tratamiento se infectan y provocan más dolor.
Luego enferman el espíritu, contaminan el cuerpo, y contagian a otros, por esto es que hay que estar dispuesto y dejar que Dios remueva lo que infecta nuestra vida, ya que las heridas del corazón no hay que taparlas sino que deben ser sanadas definitivamente.
Cuando una persona puede recordar en paz cualquier cosa que le haya pasado en su vida, aún lo desagradable, es porque ha recibido sanidad, porque ha podido perdonar y puede vivir en paz.
Debemos permitir que obre el Espíritu Santo para que podamos asumir nuestra vida. Que podamos dar testimonio de que hemos sido de determinada manera. Testificar que nos han pasado cosas, que hemos tenido una familia, y que hemos conocido al Señor.
Eso nos permite tener paz en nuestra vida y ser útil al cuerpo de Cristo. Esta es la sanidad del Espíritu Santo, no la de aquellos que hacen una oración y te sanaron las heridas de toda la vida. Recuerda que el Espíritu Santo dice que nos perfeccionará, donde Su sanidad va a actuar gradualmente, pues es un proceso en el cual hay que esperar y dejar que el Señor haga su obra.
Dios quiere trabajar en lo profundo de tu corazón, darte libertad, sanidad, restauración y orden a tu corazón.
Pero para que eso resulte el Señor quiere un acercamiento sincero, genuino, humilde. Un acercamiento donde reconozcamos nuestra condición y necesidad. El Espíritu Santo quiere ayudarte, así que permitamos a Dios hacer Su obra en nosotros.
Dios te Bendiga!!!