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¿Se Puede Confiar en Dios?

Para empezar, debemos saber lo que Dios dice acerca de sí mismo. Los cristianos creen que Dios le dio la Biblia al mundo, la cual revela su carácter a cualquier persona que quiera conocerlo.

En ella, de acuerdo con el autor Tim Chester, Dios declara cuatro verdades fundamentales sobre sí mismo. Dios dice que es grande, glorioso, bueno y misericordioso. Si decidimos creer que Dios realmente es todas esas cosas, afectará nuestra capacidad de confiar en él.

Si creemos que Dios es grande, podemos confiar en él para que esté en control porque es poderoso. Si creemos que Dios es glorioso, podemos confiar en que no tenemos que buscar en otra parte para tener satisfacción porque él satisface todas nuestras necesidades. Si creemos que Dios es bueno, podemos confiar en que podemos soltar nuestras preocupaciones porque él se preocupa por nosotros. Si creemos que Dios es misericordioso, no tenemos que probarnos a nosotros mismos porque él nos acepta.1

Obstáculos al Confiar en Dios

Ciertamente es más fácil decirlo que hacerlo. No todo el mundo aborda la vida con la convicción de que Dios es grande, glorioso, bueno y misericordioso. ¿Por qué es eso?

El centro de la cuestión es que simplemente no creemos lo que Dios dice acerca de sí mismo—o inclusive que Dios existe. Cedemos a la duda.

Pero esto no es nada nuevo. La gente ha tenido dificultad en confiar en Dios por un largo, largo tiempo. La Biblia dice que esto es debido a Satanás, también conocido como el diablo.

De acuerdo con la Biblia, en el principio de los tiempos, Satanás vino a Eva—la primera mujer que Dios creó—en la forma de una serpiente. Quería provocarle duda sobre el carácter de Dios, “así que le preguntó a la mujer: ‘¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?’”

Por primera vez, el escepticismo sobre la veracidad y la bondad de Dios fue arrastrado a la mente de Eva. Ella respondió: “Podemos comer del fruto de todos los árboles—respondió la mujer. Pero, en cuanto al fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: ‘No coman de ese árbol, ni lo toquen; de lo contrario, morirán.’”

Eva relató las instrucciones de Dios—pero además agregó una de sí misma. El mandato de Dios era que no comieran del fruto; Eva se encargó de añadir que ni siquiera debían tocar el fruto. Ella intentó establecer por lo menos la ilusión de control sobre su situación al agregar más de su propia cosecha en los límites que Dios había dispuesto.

Satanás continuó; él jugaba con las dudas que se formaban en la mente de Eva al mentirle sobre el carácter de Dios. Él quería que ella se cuestionara la bondad de Dios, y preguntara, ¿Podría Dios retener algo de mí?

“‘¡No es cierto, no van a morir!’ la serpiente le dijo a la mujer. ‘Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal.’”

Así que Eva decidió creer a Satanás en lugar de creer a Dios: “La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que tenía buen aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su fruto y comió. Luego le dio a su esposo, y también él comió.”

A través de este proceso, la duda, el pecado y la muerte entraron en el mundo. Hoy seguimos los pasos de Eva. Elegimos no creer lo que Dios dice acerca de sí mismo, sino escuchar lo que otros dicen.

Poniendo la Confianza a Prueba

Entonces, ¿cómo podemos avanzar hacia creer lo que Dios dice sobre sí mismo—hacia confiar en él? Bueno, para empezar, debemos simplemente probarlo. Puede ser un poco desconcertante o causarnos cierta ansiedad, pero ¿qué pasa si tomamos lo que Dios dice acerca de sí mismo para probarlo?

Tomemos por ejemplo la historia de Adán y Eva. ¿Qué tal si, cuando la serpiente vino a Eva, ella habría respondido diferente? ¿Y si ella hubiera dicho, “Ni siquiera necesito pensar en el fruto de ese árbol porque Dios ya ha provisto todo para mí en otros árboles”? ¿Y si Adán hubiera respondido, “Dios únicamente ha sido bueno con nosotros—si necesitáramos comer esa fruta, él nos hubiera dicho”?

La historia completa habría resultado diferente.

¿Cómo serían nuestras vidas si viviéramos sin la creencia de que Dios es grande, glorioso, bueno y misericordioso? ¿Qué pasaría si dejamos a Dios estar en control, si encontramos satisfacción en él, si tuviéramos la certeza de que él hará el bien para nosotros y que no sintiéramos la necesidad de probarnos a nosotros mismos para él o para otros?

Así es como se vive una vida confiando en Dios. Sin embargo, de la misma manera en la que no podemos confiar en un extraño de la noche a la mañana, tampoco ocurre tan rápido que podamos confiar en Dios.

Confianza y Fe

Por ejemplo, considera a Pedro el buen amigo de Jesús. Cuando Jesús instruyó a multitudes de personas que había venido para darles una imagen de cómo era Dios, Pedro estaba con él. Igualmente, cuando Jesús alimentó a más de 5 mil personas con sólo cinco panes y dos pescados, Pedro estaba con él.

Pedro escuchó a Jesús cuando declaró ser grande, glorioso, bueno y misericordioso. Entonces vio las interacciones de Jesús con la gente que lo rodeaba—incluso a los que la sociedad había despreciado y rechazado. Vio que las acciones de Jesús correspondían con sus palabras.

Pedro llegó a conocer a Jesús. Y cuando llegó el tiempo de Pedro para confiar en Jesús, fue capaz de hacerlo—al menos por un tiempo.

Una noche, Pedro y otros discípulos de Jesús estaban en un barco en medio de un lago; Jesús se había quedado atrás para orar. Antes del amanecer, Jesús caminó sobre el lago hacia el barco. Los discípulos pensaron que estaban viendo a un fantasma, y tenían miedo.

“Pero Jesús les dijo en seguida: ‘¡Cálmense! Soy yo. No tengan miedo.’ ‘Señor, si eres tú—respondió Pedro—mándame que vaya a ti sobre el agua.’”

Pedro estaba dando la oportunidad a Jesús de probarse a sí mismo. Quería confiar en él. ¿Lo complacería Jesús? ¿Cómo respondería?

“‘Ven’—dijo Jesús. Pedro bajó de la barca y caminó sobre el agua en dirección a Jesús.”

¿Viste eso? Cuando Pedro creyó a Jesús fue todo lo que decía ser, fue capaz de caminar sobre el agua. Pero la historia no ha terminado. Pedro no mantuvo sus ojos en el premio—Jesús—por mucho tiempo.

“Pero al sentir el viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: ‘¡Señor, sálvame!’ En seguida Jesús le tendió la mano y, sujetándolo, lo reprendió: ‘¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?’”

Jesús quiere tanto que nosotros creamos que él es quien dice ser. Él quiere hacer cosas asombrosas en las vidas de aquellos que creen en él. Y él quiere rescatarnos de nuestra duda si tan sólo clamáramos por su ayuda.

Confiamos lo que Conocemos

¿Qué tenemos que perder? Si nos basamos en lo que Jesús afirma ser, como Pedro lo hizo, quién sabe lo que podría y va a hacer en nuestras vidas. Y si tenemos un momento en el cual dudamos de él y comenzamos a hundirnos, él nos salvará.

Pero sólo podemos crecer para confiar en un Dios que llegamos a conocer. A medida que pasamos tiempo con Dios y le damos la oportunidad de demostrarnos que es grande, glorioso, bueno y misericordioso como afirma ser, él puede o no ganarse nuestra confianza.

Si no estás seguro de cómo empezar, considera hablar con alguien que conozcas que tenga una relación con Dios. La oración y el estudio de Biblia son buenas formas para iniciar. Habla con Dios e interpreta lo que tiene que decir sobre sí mismo. Lleguen a conocerse mutuamente y decide por ti mismo si Dios es digno de confianza.

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