En el Evangelio de Lucas 17:11-19, Jesús se encontró con diez hombres que tenían lepra, enfermedad que en aquella época era incurable. Puestos en cuarentena, estaban abandonados a su triste suerte. La ley de Moisés declaraba: El leproso «habitará solo; fuera del campamento será su morada» (Levítico 13:46).
Estos hombres fueron al encuentro del Señor y, a distancia, le suplicaron: «¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!». Su oración fue rápidamente escuchada: Jesús no los rechazo. Lleno de compasión respondió a su miseria, como lo hace con todos los que se dirigen a él con fe. Les dijo que fueran a mostrarse a los jefes religiosos para fuesen testigos de su curación. Y mientras iban, fueron sanados. ¡Que felicidad debieron de sentir! uno de ellos, un extranjero, al ver que estaba sanado, volvió a Jesús «glorificando a Dios a gran voz». Él, quien antes no podía acercarse a Jesús, se echó a sus pies dándole gracias. Esta manifestación de agradecimiento alcanzó el corazón del Señor. Pero, ¿donde estaban los otros nueve leprosos sanados? Ninguno había vuelto para dar gloria a Dios.
Nuestro Señor desea que aquellos a quienes salvó le expresen su agradecimiento. lo espera de cada uno en particular, pero también nos invita a alabarlo colectivamente. ¡Que gozo cuando, con simplicidad, en espíritu y en verdad, podemos hacerlo juntos, incluso si somos pocos, para recordar al Señor Jesús y ofrecerle nuestra adoración por medio de cánticos espirituales y oraciones que expresan nuestro agradecimiento!
¡Él Señor es digno de ello!.
Efesios 5:18…sed llenos del Espíritu,
19 hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones;
20 dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.